
Columnista: Roberto Di Meglio
Desde muchos meses discusiones, análisis, reflexiones y debates sobre las vacunas para el COVID-19 son parte de la vida cotidiana de todos nosotros. Sin embargo, de otro “virus”, – invisible en el microscopio – que está afectando nuestras democracias de forma significativa y de las medidas para enfrentarlo, se habla poco y se hace todavía menos.
El virus en cuestión tiene variantes que generan formas patológicas como cinismo, ambición desenfrenada y corrupción asumiendo una verdadera dimensión pandémica. Uno de los síntomas más evidentes de la enfermedad es el aumento progresivo de las desigualdades, aumento acrecentado por la crisis pandémica generada por la Covid-19. Otro síntoma es el progresivo deterioro ambiental que está sufriendo el planeta, consecuencia de falta casi total de “anticuerpos éticos”.
Otro síntoma más, y la lista podría seguir, tiene que ver con el deterioro en el mundo del trabajo, donde OIT estima [1] que aproximadamente 2 000 millones de trabajadores – el 60,1 por ciento de la fuerza de trabajo mundial – eran trabajadores informales en 2019. Estar en la economía informal quiere decir falta de derechos, de remuneraciones adecuadas y de protección social [2].
Para “curar” síntomas y enfermedad tenemos que centrar nuestra atención en dos aspectos: medidas para la emergencia y medidas de mediano y largo plazo.
En lo que respecta a la emergencia se trata de definir según cada país, región, territorio cuales son las necesidades más urgentes y cuales medidas, especificas por cada entorno, pueden paliar la situación. De hecho, quien conoce mejor lo que se necesita y está más en contacto con la sociedad civil, son los gobiernos locales. Sin embargo, estrechar vínculos y promover la articulación institucional entre los distintos niveles de gobiernos será crucial para poder canalizar los fondos de inversión pública. Dialogo social, innovación y dimensión territorial han de inspirar las estrategias, articuladas con los niveles nacionales y supranacionales, para salir – con perspectivas – de la emergencia. La inversión pública que, en tiempos de crisis o sea siempre, se vuelve fundamental para orientar la recuperación, debería ser condicionada en perseguir objetivos de interés general, como son el tema de la sostenibilidad, de la inclusión y del mantenimiento y creación de los puestos de trabajo dignos.
Como nos dice Mariana Mazzucato [3] “una renovación económica sostenible y resiliente a los cambios climáticos requiere una política y una inversión audaces que pongan al centro de los procesos decisionales, en vez de los accionistas, los objetivos públicos y todos los portadores de interés.”
Sobre medidas de mediano y largo plazo crucial será promover innovación para un cambio del paradigma de producción y consumo y, segundo, apostar en la educación como un bien común. La pandemia ha mostrado como en un mundo globalizado, no vale resolver los problemas solo de algunos y “olvidarse” de la mayoría.
El actual modelo de producción y consumo apunta a promover el consumo masivo (con el consiguiente desperdicio masivo) empujando el consumidor a comprar más y más, muchas veces a través de campañas promocionales engañosas. Falta de transparencia, comunicación e información manipulada por algoritmos, empujan, a través también de temporáneas rebajas en los precios para adueñarse de cuotas de mercado, hacia un consumo compulsivo de productos de dudosa calidad.
Es necesario promover formas de organización para la producción de bienes y servicios u modelos empresariales que no tengan como prioritario la maximización de la ganancia.
Cuando ese factor es prioritario, en ausencia de anticuerpos éticos, la búsqueda de márgenes de ganancia siempre mayores externalizando costos, lleva a resultados, en una gran mayoría de casos, desastrosos para la sociedad en su conjunto.
Por ejemplo, las consecuencias de hábitos alimentarios incorrectos, fomentados por manipuladoras campañas publicitarias, sobre la salud de las personas se repercuten (costos) en los sistemas sanitarios nacionales, donde existen y funcionan, o a cargo del ciudadano (que a menudo no puede permitirse ese gasto). Queda claro que, además del tema productivo, desde el lado del consumidor se requiere una mayor toma de conciencia a la hora de adquirir un producto.
Esto último se relaciona estrechamente con medidas de largo plazo que tienen que ver con la educación de los jóvenes, futuros consumidores. Es necesario actuar en el ámbito educativo para inculcar los valores de la ciudadanía activa. Los jóvenes han de aprender los valores y principios que hacen posible una convivencia entre ciudadanos en una democracia, o sea participación, dialogo social, tolerancia y solidaridad. Temas que, la pandemia generada por el COVID-19, ha puesto en evidencia.
Desde el punto de vista de las políticas públicas orientadas a introducir medidas para más inclusión y sostenibilidad, criterios sobre los cuales la mayoría de los gobiernos democráticos están de acuerdo, observo algo que bloquea la acción. La reducción de recursos, financieros y de personal, que han sufrido en las últimas décadas los aparatos públicos de gobierno, más el aumento hiperbólico de problemas relacionados con crisis recurrentes, sumados a la búsqueda de consenso electoral a corto plazo, explican por qué se intenta actuar casi exclusivamente para resolver los muchos problemas urgentes. Hay extrema falta de políticas públicas que, más allá de lo inmediato y con visión de sistema, aborden los problemas que afectan nuestras sociedades.
La pandemia generada por el COVID-19, exasperando problemas ya existentes, nos muestra las fragilidades de nuestras sociedades y está causando cicatrices sociales que, sin una acción concertada, van a durar un tiempo largo. Como dice el poeta [4] “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”.
[1] “Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo: Tendencias 2021” , OIT 2021
[2] Según el informe OIT 2021 los trabajadores informales se han visto afectados de forma desproporcionada por la crisis COVID-19
[3] “No desaprovechemos esta crisis”, M. Mazzucato 2020
[4] Antonio Machado
Roberto Di Meglio
Especialista Senior en Desarrollo Local y Economía Social y Solidaria (ESS), OIT Ginebra