En este post trato de subrayar, desde una visión consciente del compromiso y responsabilidad de los gobiernos territoriales, dos aspectos que creo fundamentales y que se refieren, en primer lugar, a la necesidad de asegurar el involucramiento activo de los actores locales clave, a fin de construir una gobernanza territorial colectiva que exprese en la práctica la firme voluntad y convicción de enfrentar la pandemia del coronavirus; y en segundo lugar, la construcción de una agenda estratégica territorial para la reconstrucción de la economía y la sociedad local, incorporando los desafíos existentes en los planos productivo, ecológico, social, institucional y sanitario.
1. Informar no es participar
En primer término, es necesario recordar que la participación efectiva de los actores territoriales clave es un tema crucial, ya que sin esa participación no es posible avanzar en un plan de acción frente a la pandemia y abordar, asimismo, la agenda de reconstrucción económica, social, ambiental y sanitaria que se precisa. Por actores territoriales clave me refiero, en este caso, a los gobiernos territoriales; el sector de conocimiento, especialmente el vinculado con el sistema alimentario, el sistema sanitario y los abastecimientos esenciales para la vida y la salud en el territorio (agua, energía, transportes y vivienda, por ejemplo); las empresas locales; los sindicatos y asociaciones de trabajadores/as y campesinos/as; los trabajadores/as autónomos; el sector financiero con presencia en el territorio; las organizaciones de la Economía Social y Solidaria; los principales medios de comunicación; y las organizaciones de la ciudadanía entre ellas, de forma destacada, las asociaciones de mujeres y jóvenes.
Ahora bien, es preciso tener muy claro que cuando se habla de participar no basta simplemente con informar a la ciudadanía, lo cual es importante pero no suficiente. Tampoco basta con tener espacios de diálogo o conversación con algunos actores territoriales. Informar o dialogar no es lo mismo que participar. Decididamente, creo que hay que impulsar desde los gobiernos territoriales la creación de foros, asambleas o comités territoriales para la discusión y toma de decisiones colectivas frente a la pandemia, que permitan contar con la riqueza de opiniones e iniciativas de los actores territoriales clave y, sobre todo, que permitan la construcción de ese elemento intangible fundamental que es la confianza territorial. El liderazgo no debería ser resultado de un mando unilateral o vertical, sino de la confianza generada en un esfuerzo e ilusión colectivos frente a la pandemia, por una apuesta de futuro para el territorio consensuada entre toda la población.
Desgraciadamente, nuestras sociedades no suelen estar, por lo general, acostumbradas a estas prácticas de colaboración, participación y discusión conjuntas. Lo que los intelectuales llamamos gobernanza territorial es más un concepto elegante que una práctica cotidiana entre la mayoría de los responsables políticos y sociales. De este modo, en momentos de crisis como éste, suele aparecer la tentación de buscar (o esperar la existencia de) liderazgos centralizadores en esta “guerra” contra la pandemia, como la llaman algunos, incorporando así -de paso- la justificación autoritaria consustancial al ejercicio de mando militar.
En el Estado español, por poner el ejemplo más cercano, el gobierno actual de coalición de izquierdas, que ha heredado la enorme y perversa herencia de las políticas de austeridad, privatización y recorte del gasto público llevadas a cabo por los planteamientos neoliberales de los gobiernos anteriores en la sanidad, la educación o la investigación científica, entre otros, suele informar periódicamente a los presidentes de las Comunidades Autónomas, pero no suele discutir con ellos previamente las acciones que deben tomarse, las cuales tienen en muchos casos especificidades concretas que obligan a efectuar correcciones. Tampoco suelen existir foros de participación en los que estén presentes los gobiernos municipales que son, sin embargo, los primeros que deben hacer frente, cotidianamente, a las situaciones generadas por la pandemia.
No es, pues ésta, como vemos, una cuestión ideológica y parece más bien que, sencillamente, tenemos dificultades para cambiar nuestras formas de funcionamiento democrático en la conformación de instituciones de gobernanza participativa. A veces se argumenta que en estos momentos es preciso tomar medidas con rapidez a fin de justificar las decisiones unilaterales de las cuales luego se informa, señalando que son también resultado del estado de conocimiento científico existente, como un argumento de autoridad indudable. Pero ¿acaso el conocimiento científico del coronavirus (hasta hoy insuficiente) es en lo único que hay que confiar? ¿Y es además suficiente para la reestructuración estructural (económica, social, institucional y ambiental) que se requiere?
Como señala Alain Jordà recientemente en su informe ¿Cómo levantar tu ciudad después de la pandemia?, en el boletín Ciudadinnova (www.alainjorda.com), la pandemia ha hecho ver la importancia de aspectos que antes no tenían un reconocimiento suficiente y que ahora deben ser incorporados en cualquier estrategia de futuro de los territorios y ciudades. Se trata de la colaboración entre los actores locales, la participación activa de los mismos, la descentralización territorial, el equilibrio entre los medios rural y urbano, la igualdad de género, la importancia de los sistemas de innovación, y la autonomía productiva de los países. Todos estos aspectos van a tener en el futuro una importancia mucho mayor que la que tenían anteriormente, señala Jordà.
A ello hay que incorporar los cambios que exige la reestructuración basada en la sostenibilidad medioambiental en los procesos productivos y productos, así como en las formas de consumo individual y colectivo, el cambio hacia un modelo energético sostenible con utilización plena de las energías renovables, la gestión sostenible de los residuos urbanos y rurales, y todos los elementos que destaca la “Economía Fundamental” que muestra la importancia de los servicios públicos universales y sus infraestructuras vinculadas que, en conjunto, generan un porcentaje muy importante del empleo total de nuestras economías en esas actividades fundamentales, entre las que se encuentran, desde luego, la seguridad alimentaria territorial, y la fortaleza del sistema territorial de salud (Foundational Economy. The infraestructura of every life, 2018).
2. La agenda de reconstrucción económica, social, sanitaria, institucional y ambiental no es simplemente la recuperación del crecimiento económico anterior
Sería, en mi opinión, un error esperar a que los contagios y defunciones provocados por el coronavirus disminuyeran sensiblemente para tratar, como suele señalarse, de “recuperar” el crecimiento económico anterior, el cual, conviene recordarlo, incorpora muchos de los componentes que explican los orígenes de estas pandemias, como son las transformaciones causadas en los ecosistemas y en nuestra salud por la agricultura industrial, la ganadería intensiva y el sistema alimentario transnacional (secuestrado mayormente por las grandes corporaciones del sector), y también hay que señalarlo, por la prioridad que suele darse en ese tipo de crecimiento económico a actividades como la fabricación de armamento o las fugas de capital hacia paraísos fiscales, disminuyendo de ese modo las inversiones en los sectores alimentario y de salud y sus actividades industriales productivas vinculadas.
El trabajo de Rob Wallace y otros investigadores, sobre las vinculaciones entre el sistema capitalista actual y la pandemia del Covid-19 (www.vientosur.info), así como el de investigadores vinculados a la Agroecología, como Altieri y Nicholls, 2020 (www.conversacionsobrehistoria.info/2020), insisten en que es precisamente este tipo de crecimiento económico intensivo e hiperglobalizado el que se encuentra entre los orígenes de esta pandemia, así como de otras pandemias anteriores y las que sin duda han de venir, de seguir con el mismo funcionamiento que, al parecer, se pretende “recuperar”. No se trata de recuperar aquello que deberíamos eliminar hacia el futuro. Por ello creo que es urgente fortalecer las actividades productivas vinculadas a la Economía Fundamental, en una estrategia orientada a asegurar niveles de soberanía o autonomía en aquellos sistemas territoriales esenciales, especialmente, el sistema alimentario, el sistema sanitario y de salud, así como sus vinculaciones con el resto de actividades productivas territoriales en sus respectivas cadenas productivas, el abastecimiento de agua y la estrategia de conservación de las cuencas hídricas territoriales, el abastecimiento de energía en el territorio, la logística y el sistema de transporte público, el sistema de seguridad ciudadana, el acceso a una vivienda digna para la población, y aquellos otros servicios básicos universales e infraestructuras vinculadas a los mismos que se identifiquen como absolutamente necesarios en ese ejercicio de participación efectiva de la población local en los foros, asambleas o comités territoriales frente a la pandemia.
Esto incluye, naturalmente, la incorporación de la eficiencia y calidad productiva, la sostenibilidad ambiental, la inclusión social y la seguridad alimentaria y de salud en los territorios, como parte de los necesarios reajustes que hay que incorporar en nuestras prácticas de producción y consumo, a fin de avanzar hacia planteamientos de una Economía Circular. Para todo esto es preciso avanzar en la conformación de sistemas locales de innovación a fin de vincular el potencial existente en todos los territorios, y poder visualizar con todo detalle los diferentes eslabonamientos de las cadenas productivas y cadenas de valor en los distintos territorios, mostrando así su orientación por una estrategia que resalte, entre otros aspectos, la necesidad de una soberanía territorial suficiente, sobre todo de aquellas actividades y productos que hoy en día son objeto de importaciones debido a nuestra insuficiencia productiva actual para asegurar que dichos equipamientos, productos e infraestructuras esenciales puedan abordarse por la industria nacional. Es preciso, en suma, no abandonar las decisiones vinculadas con la lucha contra la pandemia a una orientación productiva donde la globalización económica y el criterio de los precios y los mercados acaben dictando su única lógica de funcionamiento mercantil.
Esta no puede ser la lógica de funcionamiento cuando de lo que se trata es de anteponer criterios basados en la seguridad y la salud de las personas, la creación local de empleos dignos y de carácter sostenible, y de potenciar la producción de proximidad para evitar los impactos ambientales adversos, como la generación de gases de efecto invernadero. En estos momentos, es preciso tener la lucidez y el coraje para reconocer que la lógica de los mercados no puede seguir siendo la única ni la más importante en el funcionamiento de nuestras sociedades futuras. Es prioritario dotarse de elementos en los que las personas y su salud, la garantía de sus condiciones de vida y la sostenibilidad del medio natural en el que vivimos, pasen a ser los criterios centrales de nuestras actuaciones y estrategias productivas, de consumo y de vida.
La pandemia del coronavirus ha mostrado la necesidad de tomar decisiones próximas a la ciudadanía, y ello resalta la importancia de los gobiernos territoriales, así como el diseño de políticas locales de desarrollo, con cambios en las formas de producción, de empleo, y de consumo. De este modo, es preciso subrayar también la importancia de fortalecer la vinculación en los “espectros rural-urbanos” en torno a los nodos que constituyen las ciudades intermedias y pueblos junto al ámbito diseminado de asentamientos rurales. El informe sobre el estado mundial de la Agricultura y la Alimentación realizado por la FAO en 2017 ha subrayado la importancia de las ciudades medias como forma de abordar la lucha contra la pobreza y el hambre, dos temas clave de la Agenda 2030 sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En definitiva, no se trata únicamente de pensar cómo será nuestro futuro. Es preciso transformarlo desde ahora mismo, ya que nuestros sueños exigen siempre un ejercicio de acción para cambiar las cosas abriendo un escenario de participación e ilusión colectivas. Creo que desde los diferentes territorios ello me parece posible ya que lo más importante es llegar a toda la población, a fin de dotarse de una estrategia de futuro compartida, con la participación de todos los actores locales.
Francisco Alburquerque Llorens nació en Córdoba (Andalucía) en 1944. Es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y master en Desarrollo y Políticas Públicas por la Comisión Económica de Naciones Unidas para América Latina y El Caribe. Actualmente es Coordinador del Comité Científico de la Red de Desarrollo Económico Territorial para América Latina y El Caribe (red DETE).